A Cabezas no lo mataron por la foto de Yabrán
Para la Justicia “fue asesinado por su trabajo como fotógrafo” y por orden del empresario postal muy cercano al expresidente Carlos Menem. Sin embargo, esa fotografía ocurrió y fue publicada en la revista Noticias en 1996, es decir, un año antes del crimen en 1997. Hubo además otras dos secuencias fotográficas en el mismo medio, en 1991 y 1995. Estos y algunos otros datos ponen en duda el fallo del juez José Luis Macchi a 28 años del hecho y abre un interrogante sobre la verdadera autoría y causales del crimen.
Es difícil contradecir una verdad instalada, verdad relativa por cierto, como todas, pero instalada al fin y sostenida fuertemente durante 28 años. Lo que sí puede hacerse, es abordar críticamente ese relato oficial, y el de tantos colegas bien y mal intencionados, y demostrar que las razones aparentes no son necesariamente las reales. Desde lo simbólico el crimen de José Luis Cabezas tomó una dimensión cualitativa y cuantitativa difícil de parangonar con alguna otra en la historia del periodismo en la Argentina democrática, con un mensaje muy claro: ponerle un límite al poder real desde el periodismo. Y está bien que así haya sido, pero sólo desde lo simbólico.
La revista Noticias siempre reivindicó el carácter épico de la imagen de Alfredo Yabrán lograda por Cabezas y publicada en 1996. Aunque resulte difícil de sostener, el fallo del juez José Luis Macchi concluyó que Yabrán se tomó venganza del fotógrafo por su osadía, un año después, en 1997. Pero si así hubiera sido, resultaría inexplicable que un hombre, que concentraba tanto poder y que, según él sostenía, quería ocultar su identidad cuanto más fuera posible, haya ordenado la ejecución del crimen de Cabezas y que haya permitido que se hiciera a pocos kilómetros del lugar que habitaba en ese mismo momento. En esa misma inteligencia, también es incomprensible que el homicidio se haya cometido en las primeras horas del día y que se le haya prendido fuego al vehículo donde fue muerto Cabezas, justamente en una cava ubicada en el camino por donde circularía ese mismo día, apenas pocas horas después, el gobernador bonaerense de entonces Eduardo Duhalde. “Te tiraron con un muerto”, dicen que le dijo, en confianza, el ex presidente Raúl Alfonsín.
La famosa foto de Yabrán obtenida en 1996 por Cabezas no fue la primera. Ni siquiera la única lograda por Noticias. En octubre de 1991 la revista ya había publicado un extenso informe sobre el empresario donde, en un recuadro, figuraba un epígrafe llamativo: “Yabrán. Por primera vez, su foto en un medio”. El agregado no es una cuestión menor. Noticias reiteraría esa misma idea de la primicia fotográfica en sus sucesivas ediciones de 1995 y en particular de 1996 cuando se utilizó como emblema de la editorial Perfil y se transformó en el símbolo central del episodio ocurrido un año después. Incluso alguien impulsó dentro de la editorial exponer el auto de Cabezas incinerado en el hall central del edificio de la empresa, pero la idea fue resistida y finalmente desechada por la oposición de los trabajadores.
Aquella primera nota del 13 de octubre de 1991 brindaba información sobre la actividad de Yabrán vinculada al correo postal, la carga y descarga y el transporte de mercadería a través de sus empresas Ocasa e Intercargo y su relación con Edcadassa, y abría un amplio marco de sospechas sobre contrabando y narcotráfico. “Es dueño de tres empresas, pero se lo vincula con varias más que operarían en Ezeiza”, como Villalonga Furlong, Interbaires, Zapram y Aylmer, entre otras.
El 27 de agosto de 1995, sucedió lo imprevisto: Noticias publicó en su tapa una foto de Yabrán, la segunda, y publicó una investigación de 19 páginas. “El hombre sin rostro“, volvió a sostener en un recuadro interior donde explicaba que esa imagen había sido obtenida por la sagacidad de un fotógrafo, Patricio Haimovich, quien, dicho sea de paso, sigue vivo y nunca fue siquiera amenazado. La pregunta entonces es por qué se decidió matar a Cabezas y no a su colega. La respuesta es claramente el contexto y la intencionalidad política. Es decir, no por la foto, nunca por la foto. Cabezas fue un objeto, no un objetivo. El texto agregaba que el empresario se habría jactado de que “ni siquiera los servicios de inteligencia tienen una foto mía” y remarcaba una frase que se haría popular y clave para la causa: “Sacarme una foto a mí es como meterme un tiro en medio de la frente”. Haimovich disparó antes… y sobrevivió. Esta vez, como lo haría también en 1996, Noticias mostró a Yabrán en la tapa, casi de cuerpo entero, festejando en año nuevo.
Junto a la imagen aparecía un texto revelador y para tener muy en cuenta. Allí decía: “El Ministro (Domingo Cavallo) y el Embajador de Estados Unidos (James Cheek) saben muy bien qué intereses se mueven detrás del Correo”. La declaración no sólo resumía el eje del asunto sino que lo situaba en un lugar muy incómodo, incluso para su amigo el presidente Carlos Menem. La mención del embajador del país más poderoso del mundo en una actividad sospechosa y delictual le valió a Yabrán entrar en la mira de quienes eran y serían sus principales enemigos. En concordancia, apenas tres días antes de la publicación de esa nota, Cavallo, a quien ya se lo vinculaba como lobista de la empresa de correos norteamericana Federal Express, expuso en el Congreso durante casi nueve horas: “Yabrán es el jefe de la mafia”, dijo allí, lapidario. Desde ese recinto lo acompañaba una diputada siempre cercana a esa Embajada, que se sumó con presteza al embate contra el empresario al calificarlo de “capomafia”: Patricia Bullrich.
El 3 de marzo de 1996, casi un año antes del asesinato de Cabezas, Noticias publicó la famosa foto de Yabrán caminando por la playa junto a su mujer, bajo el título “Yabrán ataca de nuevo”. Allí se citaba un “White Paper” contra el Ministro elaborado por una empresa estadounidense para mejorar la imagen del empresario. “Yabrán ha sido el chivo expiatorio político de un ambicioso Ministro”, decía el texto publicado por Noticias y distribuido en las principales capitales del mundo. En noviembre de 1996, Cavallo presentó ante el juez Jorge Urso un extenso informe sobre Yabrán de 282 páginas. En diciembre aparecieron las fotos de los represores en Noticias, en enero mataron a Cabezas y el 24 de marzo (nada menos…) de 1997 el presidente Menem entregó por decreto el Correo Argentino a Socma, de Franco Macri. Un año después, en mayo de 1998, cuando era buscado por la policía para declarar por el crimen de Cabezas por orden del juez, Yabrán se suicidó.
Es difícil de entender que Yabrán haya encargado el secuestro seguido de tortura y muerte a cuatro oficiales de la desacreditada policía bonaerense, como el condenado Gustavo Prellezo (“No fui yo, fueron profesionales…”, gritaba antes de la sentencia), y sus cómplices Sergio Camaratta, Aníbal Luna y Alberto Pedro "La Liebre" Gómez, todos a cargo de Duhalde, y a un pequeño grupo de cuatro ladronzuelos, integrantes de la banda de “Los Hornos”, Héctor Retana, Horacio Braga, José Luis Auge y Sergio González. Todos coordinados por Gregorio Ríos, un ex sargento del Ejército (presuntamente a cargo de la seguridad interna) tal como resume el fallo. Es que el empresario tenía a su alcance a decenas de expertos secuestradores, torturadores y asesinos profesionales que trabajaban en varias de sus empresas de seguridad, la más emblemática de ellas llamada Bridees (Brigadas de Esma, Escuela de Mecánica de la Armada, principal reducto ilegal de la Marina durante la dictadura). Tres de ellos, los más encumbrados, habían participado de los más temibles centros clandestinos de detención durante la dictadura militar e integrado el tristemente célebre Grupo de Tareas 3.3.2. No solo eso. Esos tres, Adolfo Donda Tigel, Víctor Hugo Dante Dinamarca y Roberto Naya habían sido señalados como los jefes de seguridad de Yabrán, nada menos que con sus respectivas fotos, por la misma revista Noticias en diciembre de 1996, solo un mes antes del crimen de Cabezas. Los tres hombres participaban de empresas de Yabrán y pretendían “heredarlas” tras su muerte, si esta se producía. Los identikits difundidos por la policía el 26 de enero de 1997, al día siguiente del asesinato de Cabezas, coinciden con las fotos expuestas por Noticias. Dos años después, uno de ellos, Naya, fue asesinado el mismo día que se inició el juicio por el crimen del fotógrado, el 14 de diciembre de 1999. Yabrán lo había reconocido como quien estaba a cargo de Aylmer, la inmobiliaria desde donde se administraban todas las propiedades del empresario. “Pero ya no trabaja más ahí”, agregó enseguida. Como otros represores, Naya, alias “Beto”, “Hernán” o “Paco”, había participado en 1975 en las fuerzas represivas ilegales de la Triple A, Alianza Anticomunista Argentina, responsables de la “desaparición” de cientos de militantes. La AAA solía ejecutar a sus víctimas con dos disparos en la nuca. Cabezas murió igual.
Así las cosas y por una serie de datos aún más amplios, la hipótesis del magnicidio, entendido como la acción criminal realizada para generar una crisis política y desestabilizar a un gobierno o a un poderoso en favor de ciertos y grandes negocios, como la deuda externa o la ratificación de las privatizaciones, tiene mucho más sentido que la de una simple venganza. El crimen de Cabezas fue una megaoperación de inteligencia extranjera con apoyo local muy cuidada y con mano de obra desocupada de la dictadura cívico militar, "ocupada” por Yabrán, pero secretamente asociada a agentes externos. El resultado fue el consecuente e inesperado triunfo electoral de Fernando de la Rúa, la posterior ratificación de las privatizaciones y de la deuda externa contraída e incluso la continuidad de la política económica de endeudamiento con el canje y el megacanje. Y todo, de la mano del mismo Cavallo, el que ayudó a crear y a estatizar esa deuda durante la dictadura cívico-militar, el que la amplió y ejecutó con las privatizaciones durante el menemismo y el que acusó a Yabrán de ser un poderoso mafioso. Puede decirse que así como Menem y Duhalde perdieron sus chances de ganar la presidencia con el crimen de Cabezas y el suicidio de Yabrán, Cristina Fernández de Kirchner perdió las suyas con el suicidio del fiscal de la causa Amia, Alberto Nisman. Como queda claro, en ambos casos los objetivos no fueron las víctimas sino el efecto de sus muertes. Quienes ordenaron, prepararon y ejecutaron esos hechos tan lejanos en el tiempo tienen vínculos extrañamente aún hoy coincidentes. Los mismos que planearon uno, tuvieron participación en el otro. Hay un hilo conductor y actores en común, reveladores. Otra historia, la misma, que por ahora se mantiene en secreto...